Un campus para desaprender
Empezamos a aprender desde el preciso instante en el que comenzamos a respirar. A eso nadie nos enseñó.De pequeños, nuestra respiración es completa, profunda y de una gran calidad.
Pero a medida que vamos creciendo, los miedos, el estrés y el ritmo acelerado que nos auto imponemos, o incluso la desesperación con la que tantas veces afrontamos el día a día, hacen que este gesto tan natural y aparentemente sencillo se acabe viciando.
La respiración es el puente que une cuerpo y mente y, por tanto, es el gran secreto para adquirir el control sobre nuestro estado emocional.
La respiración es la herramienta más poderosa con la que la vida nos ha dotado y, sin embargo, es nuestra propia vida la que se nos pasa sin pararnos a pensar que, en realidad, no sabemos respirar o al menos no somos capaces de aprovechar positivamente los espectaculares y múltiples beneficios de este increíble y milagroso mecanismo de la naturaleza,
Decía Galileo que no se le puede enseñar nada a un hombre, solo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo.
Hago una pausa y respiro profundamente. La respiración era una excusa para abordar otra cuestión: la de aprender, para desaprender y reaprender.
Aprender, para desaprender y reaprender
Si has llegado a este blog y te estás planteando enviar a tus hijos a nuestro Campus WOB este verano, tengo que confesarte que nosotros tampoco vamos a “enseñarles” nada a ellos.
En primer lugar, porque no creemos saber más que ellos, ni tenemos la más mínima intención de introducir conceptos en sus puras y preciosas cabecitas.
En realidad, el Campus es también otro pretexto, otra excusa, pero no precisamente para enseñar.
Ahora que parece estar muy de moda hablar sobre la “nueva educación”, lo cierto es que la verdadera educación, de nueva, no tiene nada.
Personalmente me encanta el concepto de “verdadera educación” y también una de las posibles definiciones de la palabra, aquella que está relacionada con “extraer algo de dentro”.
Hasta la fecha, la mal llamada educación se ha confundido con otros términos tales como la formación (formatear), la normatización, la socialización, y ¿por qué no decirlo?, se ha confundido con la programación, un sutil método de esclavitud y adormecimiento del cual no somos ni siquiera mínimamente conscientes.
«No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.
KRISHNAMURTI
Nuestro Campus: una pequeña escuela de vida
Una verdadera educación nos debería enseñar a colaborar, a ser creativos, a sentirnos dichosos y a no compararnos con los demás. Nunca nos enseñará a competir, ni a pelear por ser o llegar el primero.
Desde nuestro humilde Campus (que empezó su apasionante aventura hace ya 20 años) estamos convencidos de que un mundo mejor es posible, pero todo, absolutamente todo lo que tratamos de llevar a cabo, no es nada más que un ilusionante truco de magia, una excusa, como comentaba antes.
El baloncesto, la danza, la música, el acroyoga, la educación emocional, los talleres de circo o pintura, las veladas nocturnas, la salida al parque acuático e incluso la visita de las estrellas de la NBA, son en sí mismos un bello pretexto para educar… Educar para ayudar al otro a extraer lo mejor de sí mismos.
Educar para encontrar sentido a sus vidas, educar para generar desapegos, educar para vivir una vida plena, educar para conectar con nuestra fuerza interior.
Muchas familias nos escriben tratando de resolver sus dudas y algunas de ellas nos preguntan: “¿Y de qué es este Campus? ¿Pueden usar teléfonos móviles mis hijos? ¿Podría compartir habitación con unos amigos que vienen del mismo colegio?…”
Nosotros tratamos amablemente de resolver todas estas cuestiones y muchas más pero, al final, nuestro mensaje siempre es el mismo: NUESTRO CAMPUS ES UNA PEQUEÑA ESCUELA DE VIDA, un lugar que nos permite desaprender lo aprendido… para volver a aprender, para volver a crear, para ser felices ahora, no mañana, para disfrutar del proceso, del viaje.
Desaprender nos permite crear
Precisamente desaprender implica afrontar nuevos retos, cuestionarse lo incuestionable, aquello que damos por sabido y tratar de resolver los problemas de una forma diferente a la que estamos acostumbrados, en definitiva, desaprender nos permite crear.
Por eso, desaprender no es lo opuesto a aprender, pues en ningún caso conlleva olvidar todas las experiencias acumuladas, consiste más bien en desconectarnos del modo robot, del modo ovejita de rebaño, para ampliar nuestras miras y hacernos un poco más conscientes de nosotros mismos y, por supuesto, también de nuestras emociones, de nuestras herramientas más valiosas y, como no, de nuestra respiración.
Me paro, y vuelvo a respirar.
Y ya que vuelvo a la respiración, me gustaría recordar una anécdota sobre uno de los entrenadores más exitosos de todos los tiempos, mi querido y añorado Phil Jackson.
El gran Maestro Zen, sabio como ninguno, logró la friolera de 11 anillos de campeón de la NBA con dos equipos distintos, los Bulls de Jordan y Pippen (y Rodman, Kukoc, Harper, Grant…), y los Lakers de Bryant, O’Neal, Don Pau Gasol… Y lo consiguió trabajando un aspecto tan elemental de la existencia que paradójicamente no podrá ser encontrado jamás en ningún manual táctico de baloncesto.
Cuentan que cuando el viejo Jackson llegó a Los Ángeles, el primer día de la pretemporada de los Lakers ordenó apagar las luces del pabellón para explicarles a Kobe y compañía cómo se medita, cómo se respira.
El sabio maestro tenía muy claro que su famoso “triángulo ofensivo” no era garantía suficiente para ganar campeonatos, pues en los minutos finales de las eliminatorias para el título hasta a los mejores jugadores del planeta se les acelera el pulso, les puede la presión y, por tanto, tienen muchas más probabilidades de fallar un pase o seleccionar erróneamente el tiro final.
Por eso, tito Phil lo tenía claro desde el principio: “Si desaprendéis la forma de respirar que habéis adquirido a lo largo de los años y aprendéis a respirar conscientemente, cuando llegue la hora de la verdad tendréis el control absoluto sobre vuestras emociones, seréis capaces de mantener la cabeza fría y el corazón caliente…” El resto, es historia.
[…] Sabemos que mientras más antiguo es el idioma, más importancia tienen en él los elementos expresivos, la acentuación, la entonación, etc. Hay quien llega a afirmar que la música es el verdadero idioma del cosmos, de la naturaleza. Y de alguna manera hay una estrecha relación entre una cosa y la otra. Está claro que debemos empezar por desaprender para empezar a aprender. […]