Factores que benefician nuestro funcionamiento cerebral
Factores que benefician nuestro funcionamiento cerebral
En la entrada anterior hablamos sobre cómo aprendemos y las competencias necesarias para la sociedad del siglo XXI, resaltando la habilidad para aprender, desaprender y reaprender. En este sentido, podríamos señalar que el cerebro es un órgano esencial en nuestro día a día, por lo que debemos atenderlo y mimarlo. Pero, ¿cómo podemos hacerlo? Son diversos los estudios que avalan diferentes formas de cuidar e incluso mejorar nuestro funcionamiento cerebral. A continuación, expondremos algunas de ellas, siguiendo las aportaciones de Guillén (2017).
El ejercicio físico, el sueño y una buena alimentación son factores esenciales para nuestro bienestar y nuestra salud cerebral
Ejercicio físico
La práctica de ejercicio física tiene numerosos beneficios en nuestro bienestar. Por un lado, favorece a nuestra salud física incidiendo positivamente en el sistema cardiovascular y el sistema inmunológico. Además, resalta por tener la capacidad de beneficiar nuestra salud emocional. En este sentido, una pequeña dosis de ejercicio físico es suficiente para incrementar los niveles de neurotransmisores básicos para una buena salud mental y que inciden, por ejemplo, en la atención (noradrenalina), el estado de ánimo (serotonina) o la motivación (dopamina), siendo incluso una estupenda receta para combatir el tan temido estrés. Todos estos aspectos son imprescindibles para que pueda darse un aprendizaje eficiente. Por tanto, como ha revelado la neurociencia en los últimos años, el ejercicio regular puede tener también beneficios cognitivos, como es favorecer el aprendizaje.
El sueño
Hoy sabemos que además de permitirnos descansar y preparar el cuerpo para la vigilia, constituye una necesidad biológica provocada activamente por nuestro cerebro, que tiene una gran incidencia en la memoria y el aprendizaje. Por otro lado, el sueño es imprescindible para la buena salud cerebral, ya que actúa como regenerador neuronal. Como indica Guillén (2017), es algo parecido que cuando vamos al gimnasio y dañamos fibras musculares y posteriormente se regeneran con el debido aporte nutricional. Finalmente, cabe resaltar otro curioso beneficio del descanso. Este nos permite mejorar el pensamiento creativo, favoreciendo así a la resolución de problemas.
La alimentación
Se ha comprobado que la buena alimentación y un estilo de vida saludable afectan positivamente a nuestro cerebro, favoreciendo la transmisión y el procesamiento de la información al cerebro. De hecho “el cerebro es el resultado de lo que comemos y de cuándo lo comemos”.
Habitualmente se ha profundizado en qué debemos comer para favorecer el funcionamiento de nuestro organismo, dejando a un lado cuándo debemos hacerlo. Para profundizar en este aspecto vamos a señalar cómo debe ser la alimentación de un niño o niña, sin entrar en detalles concretos. En primer lugar, es importante que tomen un buen desayuno que le aporte la energía necesaria para rendir en la escuela. Posteriormente, deben ingerir un tentempié en forma de fruta, yogur o bocadillo, para mantener los niveles adecuados de glucemia. Seguidamente, una comida rica en proteínas y vitaminas que garantice un buen rendimiento intelectual por la tarde. Tras esto, incluir una merienda que aporte más hidratos que la cena, ya que las necesidades energéticas tras la cena son mucho menores. Asimismo, es fundamental para nuestra última comida del día, evitar alimentos pesados y bebidas estimulantes, que puedan perjudicar nuestro sueño, tan necesario para nuestro organismo.
La importancia de desarrollar competencias socioemocionales
Analizando lo expuesto anteriormente, se puede señalar la importancia del ejercicio físico, del sueño y de la alimentación para nuestro bienestar. No obstante, no podemos olvidarnos de resaltar la importancia que tiene el manejo de nuestras emociones y nuestra salud emocional, en el mundo cambiante en el que vivimos, caracterizado por la incertidumbre.
La educación socioemocional nos permite adquirir habilidades para reconocer emociones propias y ajenas, fomentando así las relaciones sociales, la empatía, el autocontrol y la autorregulación.
Las emociones, son entendidas como las respuestas conductuales y fisiológicas que nuestro organismo produce ante estímulos externos o internos (Guillén, 2017 y Ruiz, 2020). Este proceso ocurre de manera inconsciente, por lo que surge la siguiente pregunta: ¿podemos educarnos emocionalmente? La respuesta es sí, de hecho, existe números programas emocionales que pretenden entrenar a las personas para que puedan dar respuestas apropiadas ante los estímulos y no impulsivas. En este caso se va a resaltar el modelo que plantea (Bisquerra y García, 2018), resaltando cinco grupos de competencias emocionales básicas que se deben abordar para contribuir así al bienestar personal, social, académico y/o laboral:
- Conciencia emocional: consiste en conocer las emociones propias y las de los demás.
- Regulación emocional: capacidad para manejar correctamente las emociones.
- Autonomía emocional: capacidad para no verse afectado por estímulos externos.
- Competencias sociales: disposición para establecer relaciones interpersonales eficaces.
- Competencia para la vida y el bienestar: conjunto de habilidades, actitudes y valores que promueven la construcción del propio bienestar del sujeto.
Debemos dar importancia a la educación emocional, ya que vivimos en una sociedad repleta de estrés, ansiedad y conflictos, problemas que son una manifestación del analfabetismo emocional (Bisquerra y García, 2018).
Numerosos problemas de la sociedad, como es el estrés, la ansiedad o los conflictos, son una manifestación del analfabetismo emocional de las personas. Por este motivo, es esencial dar importancia a la educación emocional desde edades tempranas. El objetivo es que las personas sean capaces de adquirir habilidades emocionales que les permitan enfrentarse a la vida cotidiana, siendo capaces de reconocer emociones propias y de los demás. Fomentando tanto las relaciones sociales y la empatía, como el autocontrol y la autorregulación (Pérez López, R., & Gómez Hurtado, I., 2021).
Referencias
Bisquerra, R. y García, E. (2018). La educación emocional requiere formación del profesorado. Participación Educativa: Participación, educación emocional y convivencia, 5(8),15-27
Guillén, J. (2017). Neuroeducación en el aula. CreateSpace.
Pérez López, R., & Gómez Hurtado, I. (2021). Educando las emociones: investigación-acción sobre un programa de educación emocional para el alumnado de educación primaria. Investigación En La Escuela, (104), 13–28. https://doi.org/10.12795/IE.2021.i104.02
Ruiz Martín, H. (2020). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica del aprendizaje y de la enseñanza. GRAO.